Árbol y farola por Alejandro Maldonado

El objetivo de la descripción no es otro que transmitir una idea cabal de aquello que se pretende describir, pero esto no significa que cuanto más detallado sea nuestro proceso descriptivo, cuanto más nivel de detalle abarquemos y más elementos de la escena mejor es nuestra descripción, sino que la propia descripción conlleva seleccionar la información que llega al lector, convirtiéndose en una nueva herramienta para regular nuestra narrativa.

Si bien, como ya se ha comentado en entradas anteriores, en el pasado la descripción minuciosa era parte integrante de la novela, hoy en día la nueva dinámica del mundo nos empuja en otra dirección, haciendo de la modulación la clave para una novela atractiva, siendo por ello por lo que siempre que aparezca la descripción en nuestras obras deberá justificarse narrativamente la necesidad de emplearla como recurso. Por ejemplo, no estará justificado describir con todo lujo de detalle cada estancia en la que entra nuestro personaje, pero si es importante para la escena cómo se distribuyen los diferentes personajes que intervienen en la escena, cómo se mueven por la estancia o qué partes de su cuerpo permanecen ocultas ante otros personajes, convendrá introducir una breve descripción que dé apoyo a la construcción de la escena.

Evitaremos la descripción como adorno, ya que solo hace más pesada la lectura innecesariamente, y por lo general nos mediremos para saber si recurrir o no a ella en la medida en que la descripción implique una aportación a la acción, evitando la acumulación excesiva de detalles. Al mismo tiempo, esos elementos que decidamos incluir en nuestra descripción estarán necesariamente jerarquizados, lo que regularemos con el orden en que aparecen, guiando al lector según la perspectiva del personaje o el narrador. Así, aparecerán primero los elementos que llamen más la atención y en los que se fije nuestro personaje primero, barriendo poco a poco el resto de elementos según su orden de importancia. Cuanto más fundido quede este orden jerárquico en el proceso de nuestra descripción más fluida y eficaz será, aportando robustez a nuestra obra.

Este orden es además la base de la selección de los elementos que entrarán o no en la descripción, haciendo partícipes solo a aquellos elementos que resulten relevantes y sin perder de vista que estamos guiándonos por la mirada de un personaje, de modo que serán sus sentimientos los que ordenen la escena y los que decidan qué es más importante o cómo se percibe cada elemento. Por ejemplo, un personaje deprimido puede percibir la lluvia como triste, mientras que si se ve en esa misma situación en otro cuadro emocional, por ejemplo contento, esta lluvia puede apreciarse como relajante o incluso bella.

En la siguiente entrada hablaremos sobre otro aspecto clave de la descripción: el lenguaje. No os perdáis nada sobre cómo escribir o novedades sobre mis obras siguiendo mi página en los botones del pie y la cabecera de la web. ¡Hasta la próxima entrada!