
Como ya vimos en la entrada anterior sobre Narración, podemos distinguir entre ritmo interno y externo, elementos con los que jugaremos para evitar la monotonía y mantener la atención de nuestro lector. En este sentido, veremos cómo regular ambos.
Ritmo interno
Para el ritmo interno hay varios puntos que debemos tener siempre en mente y no perder de vista, de lo contrario podríamos acabar creando un texto con un efecto muy diferente del que nos interesa. Estos puntos a tener en cuenta son:
- Medir magnitudes con elementos perceptibles: podemos medir distancias en coches o campos de fútbol, duraciones en canciones o episodios de serie, etc. Lo importante de emplear estos elementos como sustitutivo de unidades de medida es que, salvo que estas sean muy evidentes, pueden distraer a nuestro lector y tenerle divagando sobre cuánto son cincuenta y cinco gramos, perdiendo así el control sobre nuestro ritmo.
- Detallar cada parte: una cosa es cuánto tempo queremos dedicar a cada elemento y otro es suprimirlo. Por rápido que queramos ir, en todo momento debemos dar al menos la suficiente cantidad de información como para que la escena funcione.
- No exagerar el ritmo: un ritmo demasiado rápido o demasiado lento genera problemas. O bien el lector no percibe de forma adecuada la acción porque vamos a ritmo forzado, o bien se aburre y se hace demasiado lento. Recordemos que la narrativa del tinte de Dostoyevski no tiene el mismo impacto en un lector acostumbrado a medios rápidos como vídeos de internet o series de televisión.
- Saber cuándo terminar: esto no siempre es tan evidente como parece, o a veces sencillamente cogemos inercia y nos cuesta. Hay que saber cuándo echar el freno y pasar a otra cosa, cuánto tiene sentido que llevemos un ritmo acelerado y cuánto nos va a aguantar la tensión dramática una escena lenta.
Teniendo en cuenta estos detalles, además de los elementos que ya vimos en la entrada anterior (descripción, escena y resumen), como norma general podemos valernos de estos recursos simples según el tipo de ritmo que queramos conseguir:
- Ritmo rápido: las frases asertivas o informativas, en forma de oraciones yuxtapuestas darán más velocidad a nuestro texto (al final un punto siempre es una pausa).
- Ritmo lento: en este caso recurriremos a oraciones subordinadas, más densas y de tipo descriptivo, lo que ralentizará al lector.
Ritmo externo
En lo relativo al ritmo externo, este es tan versátil como obras podamos plantearnos. Sí podemos establecer como pautas que el uso de capítulos cortos nos dará una mayor percepción de velocidad, siendo al revés con los largos, pero no es eso lo único con lo que podemos jugar, ya que tenemos varias herramientas a nuestro alcance, tales como:
- Flashback o analepsis: uno de los recursos más conocidos, consiste en dar un salta hacia atrás en la línea temporal para cubrir una escena y luego volver a la línea temporal original. La serie completa de Cómo Conocí a Vuestra Madre se elabora a base de analepsis, pero también es muy común en literatura, como vemos en Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez entre otros. Las analepsis pueden ser a su vez:
- Internas: cuando el salto hacia atrás está dentro de la línea temporal del relato.
- Externas: cuando al remontarnos en el tiempo nos vamos a momentos anteriores al del inicio de la narración.
- Flashforward o prolepsis: como vemos en Crónica de una muerte anunciada también de García Márquez, o en mi primera novela, Días de Esparto, consiste justo en lo opuesto al anterior, es decir, se presenta una escena posterior a la línea narrativa y se prosigue con esta. De forma análoga a la analepsis se puede diferenciar entre interna y externa.
Estos elementos son solo algunos ejemplos que nos permitirán jugar con la estructura externa del texto, algo que desarrollaremos con más detenimiento en la próxima entrada de cómo escribir en el blog de Novedades. ¡Hasta pronto!