
Introducimos hoy una nueva subcategoría muy necesaria en la Creación Literaria, el Diálogo. En la entrada de hoy identificaremos la funcionalidad del diálogo para saber cuándo es buena idea y cuándo no recurrir a él en nuestras obras.
¿En qué consiste el diálogo?
Esta pregunta de respuesta tan aparentemente evidente nos va a abrir, como ya veréis, a algunos puntos clave del diálogo que con frecuencia intuimos pero dejamos de lado.
El diálogo, como bien sabemos, recoge las intervenciones de varios personajes. Es decir, es la representación textual de la interacción entre los personajes que participan en el mismo. Recalco esta idea de la interacción porque no es infrecuente ver que se nos olvida, y nos vemos incluyendo una serie de monólogos inconexos que sí, pueden tener un contenido crucial para nuestra obra, pero si no tienen relación entre sí son solo eso, monólogos, no constituyen un diálogo como tal.
Diálogo VS Narrador
Efectivamente, diálogo y narrador son opuestos, no solo en el sentido formal, en cómo escribimos la voz de uno frente a la de otro, sino también en el sentido funcional, pues mientras el narrador nos permite jugar con una postura próxima al lado interno de los personajes, el diálogo siempre será externo y veremos únicamente lo que exteriorizan los personajes, con la salvedad de las posibles frases narrativas entre intervenciones, que siguen sin aportar la flexibilidad de internarse en la mente del personaje que ofrece un narrador.
No obstante, el diálogo resulta un medio mucho más natural de intercambio de información y da sensación de dinamismo a la narración, aunque la acción no avance significativamente, solo por el mero hecho de hablar, una actividad que proyectamos muy fácilmente y a la que nos cuesta menos dar movimiento que a un pensamiento o apreciación de narrador.
Uso del Diálogo
El diálogo, sin embargo, no puede usarse de manera arbitraria, sino que debe estar bien justificado. Un diálogo para una conversación que no aporta nada a la obra que estamos construyendo resultará superfluo, alejará la atención del lector de la propia obra y tenderá a sacarlo de la lectura por aburrimiento o fatiga.
Para evitar esto debemos asegurarnos de que el diálogo es útil en el contexto en que lo estamos empleando y que resulta relevante. No solo como elemento para agilizar el flujo de información o naturalizarlo, sino también como un medio más directo y simple de hacer llegar al lector una situación en la que las propias palabras que emplean los personajes tienen peso en la historia.
Del mismo modo, el uso del diálogo desviará la atención del lector hacia el entorno del personaje, ya no lo que el personaje hace o piensa, sino a su interacción con su entorno y el mundo, a su lugar en el espacio de la escena. Haremos que el foco salga del interior del personaje y se desplace al exterior inmediato. Si este no es el efecto que queremos lograr lo ideal es omitir o minimizar el diálogo y volver al narrador cuanto antes.
La siguiente entrada relacionada con el Diálogo nos acercará a su propia elaboración. No os perdáis esta ni ninguna otra entrada de Creación Literaria.