
Prácticamente desde el comienzo de esta categoría de Creación Literaria veníamos echando en falta profundizar en los tipos de narrador y su uso, algo a lo que dedicaremos la presente entrada.
Definición
El narrador será el rol de nuestra obra literaria que se encargue de transmitir todo lo que ocurre en la misma. Es la voz de nuestra obra y por ello un elemento crucial que nunca debe tomarse a la ligera.
Para poder elegir bien el tipo de narrador que requiere nuestro texto, a continuación repasamos de modo general los tipos de narrador que pueden utilizarse y qué puede aportar cada uno al texto.
1ª Persona
El narrador en primera persona también es denominado intradiegético por participar en la propia narración. Será, por tanto, un personaje que forma parte de la propia narración, ya sea de un modo más o menos activo. Vemos ejemplos de este tipo de narrador en obras como El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, o Rayuela, de Julio Cortázar.
Características
Este tipo de narrador siempre dará de forma necesaria una visión subjetiva de los hechos. Todo lo que cuente estará sesgado por su punto de vista, ya sea su posibilidad física de observar (según nuestra obra podremos jugar con los elementos que no son perceptibles para este narrador) o su misma forma de percibir y entender el mundo.
Es un narrador que juzga cuanto pasa a su alrededor, vive lo que ocurre en la narración y al mismo tiempo está en un plano distinto al del autor, puesto que está dentro de la propia narración, alejándose del mismo.
2ª Persona
Este tipo de narrador es el menos utilizado. Es complejo hacerlo funcionar en el texto porque hay que justificarlo adecuadamente y cuidar mucho cómo se presenta la información para evitar caer en ambigüedades y que el texto mantenga su claridad sin perder naturalidad. Ejemplos de este narrador son, entre otras obras, Asfixia, de Chuck Palahniuk, o algunos relatos de Historias de Bar y Otros Relatos, de Alejandro Maldonado.
Características
Al tiempo que mantiene las características del narrador en primera persona, puesto que realmente se trata de un personaje participando en la acción que narra él mismo lo que sucede desde su punto de vista, por la propia forma verbal involucra mucho más al lector, apelando subliminalmente a él y envolviéndolo en la narración, siendo el formato más subjetivo por esto mismo.
Además, la segunda persona aparece porque el personaje se dirige a sí mismo, como si estableciese una conversación consigo mismo para narrar lo que ve, lo cual obliga a que la narración tenga lugar desde su propio pensamiento, algo que, nuevamente, es un reto al que no hay que enfrentarse empleando formas de narrador más clásicas.
3ª Persona
El narrador en tercera persona es el que más fácilmente permite el formato omnisciente, ya que se trata de un narrador ajeno a la narración que, sin embargo, la conoce en detalle. Vemos este narrador en obras como Los Miserables, de Víctor Hugo.
Características
Por lo general es un narrador especialmente objetivo por su distancia con la narración, que al mismo tiempo se identifica con facilidad con el propio autor. Suele tener un conocimiento muy detallado de la narración, normalmente superior a los dos casos anteriores, aunque puede haber casos en que se utilice este mismo distanciamiento para justificar menor conocimiento de según qué hechos y ocultar información al lector en determinado momento.
Elección y Uso
Como vemos, aunque aquí hemos hecho un análisis muy superficial ya que los narradores literarios nos permiten profundizar mucho más desde el punto de vista teórico, en términos generales estas son las principales vertientes con que contamos a la hora de crear un texto.
Sin embargo, la elección de narrador no tiene por qué ser algo rígido y permanente durante toda la obra, pues, como vemos en Días de Esparto, de Alejandro Maldonado, no solo es posible oscilar entre los narradores más próximos, como son los narradores en primera y segunda persona, sino que, si se justifica de la manera adecuada, podemos incluso introducir un narrador en tercera persona, quizá en la forma de otro personaje o de un texto que lee el protagonista, dándonos la flexibilidad de recurrir al caso que más nos convenga según las características asociadas a cada uno.
Lo verdaderamente crucial es, una vez sabemos qué queremos transmitir y qué narrador (o narradores) vamos a usar, saber justificarlos, es decir, que funcionen en el texto y tengan sentido en la narración. No tendría sentido, por ejemplo, que un narrador en primera persona hable de algo que no pudo ver o conocer, para ello necesitaremos recurrir a otro personaje o justificarlo alegando que es lo que ha leído o escuchado, si bien, cuanto mayor sea la naturalidad de nuestro texto y menos forzada sea la entrada de un narrador, mejor funcionará nuestra obra.
No os perdáis la próxima entrada sobre cómo escribir, en la que empezaremos a hablar del Diálogo y manteneos atentos al blog de Novedades si queréis saberlo todo sobre mis obras. ¡Hasta pronto!