
Resumen
A través de diez personajes distintos unidos por coincidir en un momento concreto en un mismo bar, Alejandro Maldonado muestra en estos breves relatos todo cuanto llegamos a ignorar de las personas que nos rodean.
Tras estas últimas historias escritas en 2018, se recogen en este libro relatos independientes escritos entre 2007 y 2018, además de diez microrrelatos, todos ellos creando una ventana a escenas cargadas de intensidad, con la que se pretende dar al lector una perspectiva nueva frente al contenido de la vida.
La portada de esta obra ha sido creada a partir de fotografías del propio autor
Fragmento de la Obra
Mesa 1: Creativa
Amanece, que ya es mucho, y ese vino que sigue contigo, vacío, clavado en la hierba. El silencio y los rojos del cielo. Los pies descalzos y la humedad. Abres tu cuaderno de bocetos y el portaminas y te sale un sol oscuro. Necesitas el aire. Te vencen los fluorescentes de oficina con ventana a tapia gris de dos metros y aquí todo eso desaparece. Aquí eres libre. Aquí estás tú con la circunstancia que te apetece. Aquí tiene sentido recordar el origen de tus tatuajes, la historia que hay detrás de los dos trazos minimalistas. Las cinco letras escondidas en el puente del pie, “REACH”, recordándote que todo lo que puedas alcanzar ahora es lo que importa, un no parar hasta llegar, un no postergar nada de lo que quieras vivir, no vale la pena esperar. De la orquídea de la muñeca no hace falta añadir nada.
Te imaginas volando, empujarte con los brazos contra el suelo y solo subir, como si no hubiese gravedad. Y verte lejos del suelo. En contacto con nada, solo contigo. Y corres. Por no volar corres. La hierba en los pies, húmeda, ese tacto de siempre, de cuando vivías a ras de suelo, y sentirla como recién regada en las mañanas de piscina de Julio. Y cerrar los ojos y girar. El aire, fresco, natural, libre, sin gases ni partículas de carbono de los motores diésel, aire de verdad, por fin. Y paras y te dejas caer, como cuando te tirabas contra el suelo porque no importaba nada. Ni las rodillas peladas ni las piedras semihundidas en la tierra húmeda. Ni la tierra en el pelo ni la arena en los zapatos. Y ves por un momento en tu cabeza esos momentos de piscina haciendo la croqueta en la cuesta de hierba. Y lo haces. Y a la cuarta vuelta paras, bocabajo, mirando a los ojos a una margarita, como cuando imaginabas de pequeña que todo tenía una cara. Todo tiene un final. Una botella de vino, un amanecer, el primer beso y el polvo de tu vida, los miércoles y los sábados, la hierba, las rodillas sangrantes, las caras en las flores, las croquetas contra el poste de una sombrilla, la vida. Y ves que eso es lo maravilloso, entiendes que es esa finitud lo que le da precisamente su valor, su belleza. Se te aparece Anaximandro entre la hierba y ves un fondo de justicia en que las cosas acaben para que otras nuevas aparezcan, haciendo las veces de motor del Universo. Todo tiene un efecto, y la hierba es tu sonrisa.
De repente vuelves a tu cuaderno y te dejas llevar. Y ya no hay soles oscuros. Hay un halcón sobrevolando un puente, y detrás piedra gris, desnuda y áspera, y delante verde denso, mires donde mires, y debajo una caída demasiado grande para ver el final. Y pasas la página y dibujas lo que recuerdas de aquel mirador en Yosemite. Y por un momento la imagen de mariposas estrelladas contra el radiador del coche que tenías detrás. Pasas la página y lo dibujas. Dibujas todo en tu cabeza. Trazos rápidos y esquemáticos para desarrollar luego. Y dibujas una puerta que se abre. Y él está al otro lado. Te viene entonces la rueda de preguntas insólitas. Como lo primero que harías si fueras invisible. Como dónde nacerías si pudieras elegir. Como a qué ciudad irías si solo pudieras visitar una. Y mientras él vuela en su avión tú vives tu amanecer descalza, que ya se acaba.
Te giras y asoma de tu bolso el libro que te regaló, un par de capítulos y una dedicatoria leídos, y el título con el año en que naciste. Recuerdas el paquete en que estaba, que no te dejó abrir hasta que no se fue. Recuerdas despertarte desnuda esta mañana y no vestirte hasta poco antes de cenar. Recuerdas su sonrisa entre velas, su mirada clavada, como siempre, tratando de atravesarte. Recuerdas que se va cinco años a varias decenas de miles de kilómetros. Y vuelve Anaximandro, y unas cosas tienen que acabar para que empiecen otras. Y es la mortalidad de las cosas lo que las hace bellas. Y los tés calientes bajo una manta en el sofá, respirando su colonia. Y los debates sobre el sexo de unos ángeles en los que no creéis ninguno de los dos. Y reírte con él de películas como “Tiburón Fantasma” y descubrir que hasta de eso puedes disfrutar si está él. Y aquella semana en que soñaste con él que vivías de tus cuadros, que tenías una exposición que preparar para el MoMa de Nueva York, y empaparte de Arte, de darlo todo por ese sueño efímero, y llenar el salón de óleos y observarlos, tratando de imaginar quién los estaría mirando si se cumpliese tu sueño. Y de repente ese diálogo en la mente que empezó él.
-Un hombre de negocios, pasados los cuarenta, empiezan las canas y no ha tenido tiempo de quitarse el traje.
-Un fotógrafo, treinta y pocos, vive de bodas y comuniones y busca ideas para una fotografía que mandar a un concurso.
-Una estudiante de alguna filología, pelirroja, no llega a los veinticinco, y siempre con un libro en la mano.
-Si no metes a una pelirroja revientas, ¿eh?
-Ya me conoces. Pero donde haya una buena morena de ojos verdes…
-Sí, ahora intenta arreglarlo.
-¿Me vas a hacer convencerte?
-Tú decides…
Marcas su número y salta el contestador. Sigue volando, como bien sabes. Lo que no sabes es si volveréis a veros. Te sorprende una lágrima al tiempo que sonríes con la mirada perdida en la hierba. Te dejas caer sobre ella y cierras los ojos. Respiras ese olor a verde, a campo húmedo, que ya echabas de menos. Quieres no tener que irte. Buscas tus sandalias, tu botella de vino vacía y tu bolso. Sacas esas gafas que estrenaste en su cumpleaños y huyes antes de que el sol consiga quemarte.
Acerca de la Portada
Por referencia al título, para esta obra se han buscado elementos en todo momento relacionados con el ámbito del bar, si bien en la obra se incluyen también otros relatos y todos ellos de temáticas muy variadas, lo que complica su unificación en una portada.
Motivación
Como indicaba en el párrafo anterior, el modo que se ha buscado para unificar la idea global del libro bajo una única portada es recurrir a las referencias al bar, en el que confluyen muchas historias diferentes en un mismo lugar. Así, tanto el título como el autor aparecen escritos en servilletas de bar sobre una barra, al igual que en el reverso del libro podemos ver una copa de vino tinto como nueva alusión a este entorno, distanciada de las servilletas, como lo estarían si pertenecieran a clientes diferentes de un bar real, nueva alusión a la multiplicidad de historias en esta recopilación de relatos.
Realización
Para la ejecución de esta fotografía se escribieron las servilletas y se colocaron junto a la copa de vino sobre un tablero de madera de pino al natural. Mediante un trípode se ajustó el encuadre de la captura de forma cenital, aprovechando luz natural de una ventana próxima y evitando así las sombras que se proyectaban sobre la composición si se realizaban los disparos con la cámara en la mano.
Fecha | Punto f | Exposición | ISO | Distancia focal |
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06/12/2018 | f/4’5 | 1/60s | 1250 | 34 mm |