Cielo Nublado por Alejandro Maldonado

En estos últimos días hemos visto cómo se pone en práctica nuestro verdadero esquema de valores como sociedad, nuestro patrón de toma de decisiones, nuestras prioridades, y como algunos ya sospechábamos de antes, somos algo muy diferente de lo que pretendemos mostrar a los demás.

Del Capitalismo

Durante el anuncio por parte del Presidente del Gobierno de que se había decidido decretar el estado de alarma, se pidió la colaboración ciudadana para la contribución desde la conducta individual a la contención de una pandemia como la del coronavirus COVID-19, sin embargo, se confió excesivamente en la intención colaborativa de nuestra sociedad, e hicimos gala de lo que llevamos tantas décadas cultivando en todo el globo: el capitalismo como filosofía de vida.

El capitalismo puede ser efectivo como sistema económico, pero es extraordinariamente peligroso como filosofía para afrontar la vida, aunque seguramente un ejemplo tan dramático y nítido como el ocurrido con la fuga masiva de madrileños desde la Comunidad de Madrid hacia otros lugares de España no será suficiente para darnos cuenta como sociedad de lo que esto conlleva.

Si el capitalismo se establece como filosofía de vida, todos los valores quedan desplazados y solo prima el dinero y la posesión de bienes materiales, que es precisamente lo que lo ha hecho tan efectivo como modelo económico, y precisamente por eso es tan importante que lo compensemos con otros modelos filosóficos que permitan introducir la humanidad y otros valores en el sistema político y en el orden mundial.

De los Efectos del Dinero como Medida de Valor

La consecuencia de asignar el máximo valor en el esquema de vida al propio dinero y las posesiones da lugar a escenas como las vividas en los últimos días en los supermercados, en las que, a pesar de habernos garantizado el abastecimiento en situación normal, el pánico no solo nos ha llevado a no pensar en los demás y arramplar con una cantidad ingente de víveres que no necesitamos, llevando a que muchos otros no tengan acceso a la comida de forma normal a pesar del esfuerzo extra realizado por el personal de los supermercados y medios logísitcos de abastecimiento, sino que ha llevado incluso (y ojalá fuera ficción esto que voy a decir) a robar alimentos de los carros en la cola de la caja.

No solo no sabemos qué supone ese alimento para la otra persona, que puede ser lo único que haya conseguido de desayuno y a nosotros sencillamente nos apetezca y esto sea motivo suficiente para cogerlo del carro, sino que tampoco nos importa ni nos paramos a pensar en ello. No sabemos cuánto podemos llegar a perjudicar con ese gesto, pero sabemos perfectamente que, si compramos con normalidad, todos podemos tener acceso a lo que realmente necesitamos sin ningún tipo de problema.

Pero el egoísmo emergente a raíz de la instauración del capitalismo como modelo de vida no solo llega a una familia de 3 o 4 miembros a comprar 30 litros de leche como si se acabara el mundo y dejar a otros sin ella, ni tampoco a la consecuencia indirecta de obligar a la gente a acudir varias veces al día a un supermercado que es un foco de transmisión del COVID-19 porque no tienen otra forma de conseguir comida para un par de días (afortunado el que pueda conseguir más alimento de una sola vez), exponiéndonos a todos, sino que llega más lejos, mucho más lejos.

Del Homicidio Indirecto

Todo este modelo filosófico de valores ha cultivado durante décadas en nosotros como individuos la percepción de que salvarse uno de manera inmediata es lo más importante, dando lugar a una migración masiva de gente desde Madrid al resto de puntos de España.

El COVID-19, como ya nos han repetido una cantidad abusiva de veces, es altamente contagioso en periodo de incubación, es decir, podemos no tener síntomas y contagiarlo a otras personas. Aun sabiendo esto, hemos elegido dispersarnos, y así conseguir que, en lugar de controlar el virus en Madrid y estar 15 a 30 días en cuarentena y que esta crisis se acabe, dispersarlo por todo el país, alargando inmensamente la necesidad de cuarentena, pero también exponiendo a población de riesgo a un virus que con alta probabilidad será mortal para ellos y al que no tendrían por qué haberse expuesto si nos hubiésemos preocupado por nuestro rol en la sociedad.

Hablo aquí de los residentes en Madrid que se han desplazado a los pueblos, exponiendo a nuestros mayores. Hablo de los que se han desplazado a poblaciones que no estaban afectadas por la pandemia, como Valencia, como Murcia, como Galicia. Hablo aquí de todas esas personas que, con su egoísmo y su pretensión de salvarse, han conseguido que todos estemos en peligro.

A todos ellos, gracias. Nos vais a ahorrar un dineral en pensiones con la cantidad de gente que va a morir por vuestra imprudencia. Nos vais a ahorrar el tener que elegir a qué tienda ir a comprar por la cantidad tan ingente de negocios que se verán forzados a cerrar ante la prolongación de las cuarentenas, cortesía de vuestra insensatez.

Gracias por matar a nuestros familiares, por hundir nuestras empresas, por colapsar nuestro país. Y gracias también a un Gobierno que no ha sabido anticipar cómo se comporta una sociedad en la que hace tantísimas décadas que la Filosofía es una anécdota irrelevante y que no entiende que también sirve para evitar lo que estamos viviendo ahora.

Por favor, QUEDAOS EN CASA. Nos ayuda a todos, también a ti, que piensas tanto en tu ombligo que no te has dado cuenta de que los médicos que se están dejando la piel en turnos inhumanos saben de enfermedades más que tú.